Los Ahuehuetes. Oasis en la sierra de Puebla
Hace casi diez años que fui por última vez, con unos amigos, a Los Ahuehuetes. un centro recreativo ubicado entre los municipios de Atlixco e Izúcar de Matamoros. Desde entonces me preguntaba qué habría sido del lugar, qué cambios podía haber sufrido, o si habría desaparecido.
Hace tiempo me llegaron rumores de que querían entubar la laguna para surtir de agua a la ciudad de Izúcar Matamoros. También se decía que querían instalar un criadero de truchas para su comercialización. ¡Dos proyectos ciertamente absurdos para un lugar tan hermoso! entonces, Alejandro y yo decidimos constatar por nosotros mismos en qué estado se encontraba la laguna.
El lugar se encuentra dentro de la sierra, y puedes llegar a él por el poblado de Tepeojuma que se encuentra a la orilla de la carretera.
Salimos el sábado, temprano, después de cargar el equipaje en las bicicletas. Tomamos rumbo a la carretera federal Puebla-Atlixco, por la autopista Atlixcáyotl, nos tomó más de una hora. De ahí en adelante, camino a Matamoros, la carretera es más amplia y se halla en mejores condiciones. Una hora después llegamos a Tepeojuma. Hay que decir que la entrada al pueblo es un poco complicada, por lo que optamos por preguntar a los transeúntes, quienes amablemente nos orientaron.
En busca de un puente, que todas las personas nos decían debíamos cruzar, recorrimos algunas callecitas de Tepeojuma, llenas de soledad y silencio. Visitamos los templos de La Purísima y San Cristóbal, antiguos y bien conservados. Por fin hallamos el camino correcto hacia el puente, que conduce a una vía de terracería que se alarga por entre los cerros.
Los 20 km de accidentado trayecto fueron divertidos por nuestra condición de ciclistas de montaña. Disfrutamos del impactante paisaje semiárido con su vegetación característica: nopales, magueyes, palmas y acacias, entre otras plantas. También pudimos ver, a nuestro paso, un águila y un halcón que nos sobrevolaban.
Después de descender por un cerro, llegamos a un vallecito en el que destacan de inmediato las copas frondosas y verdes de los árboles que rodean la laguna. Nos dieron la bienvenida unos lugareños que reparaban una barda para detener el paso de animales al interior de la laguna.
Después de levantar las tiendas de campaña, nos zambullimos en el agua para relajarnos del viaje. El agua de la laguna, azul-jade, estaba tibia porque ahí mismo brota el manantial que, después, corre en riachuelos rumbo a zonas más bajas. Por la tarde descansamos y disfrutamos de un hermoso atardecer con tonalidades rojas y ocres.
El lugar se ha convertido en un sitio clásico para tomar fotografías de bodas o quince años que sumergen sus trajes en el agua por su belleza que hace que las imágenes sean originales y fascinantes. También y los más tradicionales acampan y hacen picnics a la orilla del lago.
Ya entrada la noche, hicimos un recorrido por todo el perímetro de la laguna. Con una linterna alumbramos el agua y las plantas acuáticas a las que el haz de luz imprimía formas y movimientos misteriosos sobre la arena blanca del fondo, y la inesperada presencia de pececillos suspendidos en el líquido transparente. Vimos también cangrejos, tortugas, luciérnagas, ranas, libélulas y varias clases de pájaros que sólo de noche es posible observar con detenimiento.
Al otro día, domingo, nos preparamos para realizar un reconocimiento por los alrededores. El pueblo estaba prácticamente solo, pues todos sus habitantes salen a las labores del campo. Seguimos un camino hasta la salida del pueblo; bajamos por un cerro hasta llegar a un río, que cruzamos con las bicicletas, y en la otra orilla apareció una zona de sembradíos de maíz y caña.
Seguimos pedaleando y llegamos a otro poblado que se llama San Juan Nepantla. Este pueblo es pequeño y muestra influencias de la modernidad, sobre todo por las casas construidas con ladrillo y cemento en lugar de barro. Posiblemente estas características se deban a que este lugar se encuentra más cerca de Matamoros. También notamos que en San Juan Nepantla hay grandes contrastes sociales, pues vimos residencias lujosas y extensiones enormes de terrenos cuidadosamente cultivados con árboles frutales. La temperatura es muy caliente, por encontrarse en un pequeño valle, y los ríos un poco alejados.
Finalmente, llegamos a la intersección con la carretera federal Matamoros-Huehuetlán, y de ahí a Matamoros recorrimos 25 km más ligeros gracias a la carretera pavimentada.
En Matamoros nos esperaba un vehículo de apoyo para conducirnos a Puebla. Durante este trayecto pudimos reflexionar con satisfacción que los pobladores de la laguna de Los Ahuehuetes están dispuestos a preservar de la depredación este hermoso lugar, para que la laguna siga siendo un centro recreativo es por ello que para nadar en ella debes pagar entre 15 y 20 pesos que se destinan a su cuidado. Esperemos que así siga.
SI USTED VA A LOS AHUEHUETES
Desde Puebla tome la carretera federal núm. 190 rumbo a Izúcar de Matamoros.
Después de Atlixco, y antes de llegar a Izúcar de Matamoros, encontrará el poblado de Tepeojuma.
Al entrar al pueblo hay que continuar por el camino de terracería; 20 km adelante se halla Los Ahuehuetes.
Hace tiempo me llegaron rumores de que querían entubar la laguna para surtir de agua a la ciudad de Izúcar Matamoros. También se decía que querían instalar un criadero de truchas para su comercialización. ¡Dos proyectos ciertamente absurdos para un lugar tan hermoso! entonces, Alejandro y yo decidimos constatar por nosotros mismos en qué estado se encontraba la laguna.
El lugar se encuentra dentro de la sierra, y puedes llegar a él por el poblado de Tepeojuma que se encuentra a la orilla de la carretera.
Salimos el sábado, temprano, después de cargar el equipaje en las bicicletas. Tomamos rumbo a la carretera federal Puebla-Atlixco, por la autopista Atlixcáyotl, nos tomó más de una hora. De ahí en adelante, camino a Matamoros, la carretera es más amplia y se halla en mejores condiciones. Una hora después llegamos a Tepeojuma. Hay que decir que la entrada al pueblo es un poco complicada, por lo que optamos por preguntar a los transeúntes, quienes amablemente nos orientaron.
En busca de un puente, que todas las personas nos decían debíamos cruzar, recorrimos algunas callecitas de Tepeojuma, llenas de soledad y silencio. Visitamos los templos de La Purísima y San Cristóbal, antiguos y bien conservados. Por fin hallamos el camino correcto hacia el puente, que conduce a una vía de terracería que se alarga por entre los cerros.
Los 20 km de accidentado trayecto fueron divertidos por nuestra condición de ciclistas de montaña. Disfrutamos del impactante paisaje semiárido con su vegetación característica: nopales, magueyes, palmas y acacias, entre otras plantas. También pudimos ver, a nuestro paso, un águila y un halcón que nos sobrevolaban.
Después de descender por un cerro, llegamos a un vallecito en el que destacan de inmediato las copas frondosas y verdes de los árboles que rodean la laguna. Nos dieron la bienvenida unos lugareños que reparaban una barda para detener el paso de animales al interior de la laguna.
Después de levantar las tiendas de campaña, nos zambullimos en el agua para relajarnos del viaje. El agua de la laguna, azul-jade, estaba tibia porque ahí mismo brota el manantial que, después, corre en riachuelos rumbo a zonas más bajas. Por la tarde descansamos y disfrutamos de un hermoso atardecer con tonalidades rojas y ocres.
El lugar se ha convertido en un sitio clásico para tomar fotografías de bodas o quince años que sumergen sus trajes en el agua por su belleza que hace que las imágenes sean originales y fascinantes. También y los más tradicionales acampan y hacen picnics a la orilla del lago.
Ya entrada la noche, hicimos un recorrido por todo el perímetro de la laguna. Con una linterna alumbramos el agua y las plantas acuáticas a las que el haz de luz imprimía formas y movimientos misteriosos sobre la arena blanca del fondo, y la inesperada presencia de pececillos suspendidos en el líquido transparente. Vimos también cangrejos, tortugas, luciérnagas, ranas, libélulas y varias clases de pájaros que sólo de noche es posible observar con detenimiento.
Al otro día, domingo, nos preparamos para realizar un reconocimiento por los alrededores. El pueblo estaba prácticamente solo, pues todos sus habitantes salen a las labores del campo. Seguimos un camino hasta la salida del pueblo; bajamos por un cerro hasta llegar a un río, que cruzamos con las bicicletas, y en la otra orilla apareció una zona de sembradíos de maíz y caña.
Seguimos pedaleando y llegamos a otro poblado que se llama San Juan Nepantla. Este pueblo es pequeño y muestra influencias de la modernidad, sobre todo por las casas construidas con ladrillo y cemento en lugar de barro. Posiblemente estas características se deban a que este lugar se encuentra más cerca de Matamoros. También notamos que en San Juan Nepantla hay grandes contrastes sociales, pues vimos residencias lujosas y extensiones enormes de terrenos cuidadosamente cultivados con árboles frutales. La temperatura es muy caliente, por encontrarse en un pequeño valle, y los ríos un poco alejados.
Finalmente, llegamos a la intersección con la carretera federal Matamoros-Huehuetlán, y de ahí a Matamoros recorrimos 25 km más ligeros gracias a la carretera pavimentada.
En Matamoros nos esperaba un vehículo de apoyo para conducirnos a Puebla. Durante este trayecto pudimos reflexionar con satisfacción que los pobladores de la laguna de Los Ahuehuetes están dispuestos a preservar de la depredación este hermoso lugar, para que la laguna siga siendo un centro recreativo es por ello que para nadar en ella debes pagar entre 15 y 20 pesos que se destinan a su cuidado. Esperemos que así siga.
SI USTED VA A LOS AHUEHUETES
Desde Puebla tome la carretera federal núm. 190 rumbo a Izúcar de Matamoros.
Después de Atlixco, y antes de llegar a Izúcar de Matamoros, encontrará el poblado de Tepeojuma.
Al entrar al pueblo hay que continuar por el camino de terracería; 20 km adelante se halla Los Ahuehuetes.
Comentarios
Publicar un comentario